Sus dientes cambiaron. Su llama dejó de soñar y se hizo oro y pan. Oro y pan, pensaron, ahí arriba, para los hombres. Y tiraron sus dientes al precipicio. Para mostrarles que no había miedo que temer. No había.
Sus pies eran de agua y dijeron. Debemos volver. Para mostrar el resplandor de la piedra. Debían, cantando. Retroceder. O seguir. O cabalgar flotando de regreso a casa
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